De la Lucky y yo hay mil historias que contar. Pero hoy solo voy a hablar de lo que significó para mi conocerla. Fue mi prima, pero para mi, mi hermana, la de sangre. Con la que un día, tomamos un cuchillo, nos abrimos el pulgar y cruzamos nuestros dedos, porque queríamos pertenecernos, ser una... nos queríamos, si... con amor de hermanas, entrañable...
Con la que en las largas noches que pasaba en mi casa, nos poníamos a hablar, como dos preadolescentes, de nuestros sueños. De nuestros amores... nos reíamos, de las confesiones que solo le hace a esa persona en la que confías totalmente. Me recuerdo de sus grandes ojos negros y sus dientes blancos... su pelo lacio y su sonrisa... sonrisa perdida en una triste mirada.
A la Lucky no le fue bien, diríamos acá, no le fue bien en la vida. Pero la vivió al máximo e intensamente. Amó, traveseo, hizo mil y una averías, (claro junto a mi), y un día aciago... se le acabó la vida... a sus catorce años... unos meses antes de cumplir los quince... me la mataron... se fue, se esfumó... y no la pude encontrar más...
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